CUENTOS:
Los cuentos de transmisión oral que me contaban en Riópar de pequeño los he recopilado, editado y publicado en:
www.cuentosytrascuentos.blogspot.com
Claro que están mezclados con otros muchos cuentos nuevos que he ido escribiendo, pero buscando los de transmisión oral ahí está todos.
Estadísticamente el cuento más leído es uno que escribí y he publicado en ese blog, titulado "EL LOBO FEROZ", pero le sigue en popularidad un cuento muy riopense que me contó Angelita Moreno, "LAS BRUJAS DEL LUGAR NUEVO"
EL CAZADOR QUE SE QUEDÓ SIN PERRO
Éste pequeño relato, cuento o trabalenguas de Alberto López se encuentra en:
http://cuentosytrascuentos.blogspot.com.es/2015/06/el-cazador-que-se-quedo-sin-perro.html
NO LO CONVIERTAS EN ERA
Este relato que recordaba porque lo contaba mi padre se encuentra en:
http://cuentosytrascuentos.blogspot.com.es/2015/04/no-lo-conviertas-en-era.html
SUCEDIDOS
El primer "SELF SERVICE" lo inventó Marino cuando colocaba cajas de botellines de gaseosas de su fábrica en el Caño de Severino para que estuvieran fresquitas, y al lado el abridor y una cajita para que el usuario echara su importe. Durante tiempo funcionó el sistema (ejemplo de civismo y honradez) sin problemas, aunque finalmente se tuvo que quitar por culpa de algún malapata que no se comportaba como Dios manda; con lo que, gracias a él, perdimos todos.
Sobre esto, cuando se logre otro empeño que comparto con muchos y que es dar el nombre de Vicente Galindo a La Casa de la Cultura, voy a proponer la recuperación del "Caño de Severino" y poner una placa en recuerdo de Marino y del primer autoservicio de España y yo diría que del mundo (y, tratándose de Riópar, puedo decir del Mundo sin mentir)
DE VELATORIO
Contaba Alfonso Benitez que en aquellos tiempos, como no había mas distracción, se habían de decidir entre ir al baile o al velatorio de turno.
Los velatorios eran muy entretenidos porque se hablaba de todo, se contaban chascarrillos y se podía echar algún trago de vino o mistela con alguna cosa de horno.
Pues resulta que en cierta ocasión fueron a un velatorio en el que, como el carpintero estaba algo chispao a la hora de tomar medidas, había hecho la caja corta y tuvieron que desfondarla por los pies para que se pudiera acomodar al difunto. y allí estaban con la caja sin fondo de la que asomaban unos piezacos del 50 por lo menos y con unos calcetines de punto, de aquellos en los que asomaba el cabo por las puntas, por lo que los hilos tiesos parecían los cabos de los velones.
No pudieron contener la risa ante el espectáculo y los despacharon con cajas destempladas.
-"Pos odo, habráse visto la falta de respeto a un muerto, ¡fuera! y a reiros a la calle"
DICHOS (que pudieran muy bien ser sucedidos)
Era una señora muy relimpia que estaba amasando el pan; entonces su hijo se hizo caca, lo limpió, pero al cambiarle el pañal se manchó el pulgar. Sin lavarse las manos siguió con la masa y con el dedo en alto iba diciendo: "si otra fuera el dedo metiera, si otra fuera el dedo metiera".
OTRO
Estaba haciendo ajoatao y, de la moquita, le colgaba una gota de la nariz. Entonces le pregunta a otro
- ¿comerás?
y responde
-Según caiga
DICHOS
Lo primero y principal
es oír misa y almorzar,
y si corre mucha prisa,
almorzar y no ir a misa
Quien calza alpargates,
espárragos chupa
y besa a una vieja;
ni calza, ni chupa, ni besa
¿cuanto vales?
cien reales
¿cuanto pesas?
cien artesas
Saca la lengua, Toribio,
y métela en un cenacho,
para que diga la gente
que eres Toribio borracho
Chisquili dale
la yesca está seca
y las chispas no salen
-¡Caracho! sino m'acacho
una bala me vendimia
pero como me caracaché,
la bala pasó por cima.-
Francisco, por ti me espizco,
por ti me lavo la cara,
por ti me peino los rizos
ALGUNAS FRASES
Y caían chuzos de punta
Ya escampiaba y caían bombas
Rebotar como granizo en albarda
¡Arrea manco!, y tenía once deos
LEYENDA
DEL ÁRBOL
Romance
A
mi padre, que un día escribió esto:
“Sus
ruinas el castillo de la Hiedra
llora
en la brava cumbre de granito;
Riópar
a sus pies, manso y contrito,
mira
al gigante de vetusta piedra...”
Al
pie de la altiva torre
cuida
sus flores la bella,
pero
cuanto más las cuida,
más
se acrecienta su pena;
pues
es tan dura la roca
que
ni los arbustos medran,
y
los rosales no crecen,
y
ella con árboles sueña.
—¿Por
qué me trajiste, amado,
desde
Valencia y su huerta
de
perfumados naranjos
a
esta enorme roca yerma?
Déjame
al menos, esposo,
que
baje hasta la ribera,
a
las orillas del Mundo
o
del Río de la Vega,
donde
las aves anidan
y
cantan en la arboleda.
—No
debes bajar al río;
los
cristianos están cerca,
corres
un serio peligro
si
del castillo te alejas.
Al
pie de la altiva torre
cuida
sus flores la bella,
y
al contemplar los pinares
que
alegran toda la Sierra;
tan
cerca pero prohibidos,
más
se acrecienta su pena.
En
el jardín del castillo
hicieron
miles de pruebas,
plantaron
pinos, nogales,
encinas,
chopos, higueras...
ni
los enebros arraigan
en
aquella dura peña.
Con
cada nuevo fracaso
Zulema
se desespera,
se
marchita su alegría
cuando
los brotes se secan.
Al
pie de la altiva torre
llora
de nostalgia y pena.
De
Riópar en la cima,
al
castillo de la Hiedra,
arribaron
mensajeros
portando
una buena nueva;
hablan
de nuevas especies,
de
superior resistencia,
cultivadas
por expertos
en
el reino de Valencia.
En
su búsqueda partieron
y
abandonaron su tierra;
el
esposo en su caballo
le
dice adiós a Zulema,
y
con cuatro por escolta
dejó
aquella fortaleza,
sin
reparar en peligros
ni
en los riesgos de la guerra.
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Oteando
en la distancia
pasa
sus días Zulema;
pasa
las noches rezando,
“¡Que
Alá le dé buena vuelta!”
Y
los días se hacen meses
y
el esposo que no llega...
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Cierto
día, unos jinetes,
cabalgando
por la vega,
llegaron
hasta el castillo
por
la empinada ladera;
portando
al esposo muerto,
víctima
en una refriega
cuando
cruzaban los puertos,
cuando
ya estaban de vuelta.
La
cimitarra mantiene
asida
en su mano diestra,
por
más que lo han intentado
es
inútil, no la suelta;
como
si, aun después de muerto,
un
tesoro defendiera,
más
firme que mil cerrojos
guardado
en su mano izquierda.
De
Riópar en la cima
hay
duelo en la fortaleza,
ni
los más bravos guerreros
saben
ocultar su pena.
En
el jardín, una tumba
manda
preparar Zulema
para
enterrar a su amado
y
a sus ilusiones muertas,
y
lloró de día y noche
y
lloró sin paz ni tregua,
y
las nubes desde el cielo
lloraron
sobre la sierra.
Pasaron
un mes tras otro
y
llegó la primavera,
la
alegría de los campos
hasta
el castillo no llega
ni
al jardín abandonado,
y
sólo la tumba riegan
lágrimas
inagotables
de
los ojos de Zulema.
Sobre
aquella tumba brotan
tiernos
tallos, tiernas yemas,
y
se despliegan las hojas
de
un arbolillo que eleva
sus
verdes ramas al cielo
como
un grito de la tierra,
como
vegetal plegaria
dirigida
a las estrellas;
olmo
negro que, de luto,
su
triste origen recuerda.
Poco
a poco se hizo fuerte
y
creció, ramas abiertas,
dando
su sombra, consuelo
para
el dolor de Zulema.
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Pasado
el tiempo y sintiendo
llegada
su hora postrera,
Zulema
le dijo al árbol
abrazada
a su corteza:
—Quiero
dormir a tu sombra,
donde
mi esposo me espera;
con
su amor te dio la vida
y
mi amor te dará fuerza,
verás
caer a la torre,
al
castillo y sus almenas,
y
así a través de los siglos
serás
símbolo y emblema
de
que el amor siempre arraiga
hasta
en la más dura piedra.
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De
Riópar en la cima
del
Castillo de la Hiedra,
cayó
aquella altiva torre,
los
muros y las almenas,
y
los siglos, bajo el árbol,
vieron
cruzarse promesas,
y
entrecruzarse las manos,
y
al pueblo bailar en fiestas.
Así
fue lugar de encuentro;
como
predijo Zulema,
símbolo
de amor y dicha
y
punto de referencia,
aunque
de esta vieja historia
nadie
en el pueblo se acuerda.
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