jueves, 10 de marzo de 2016

10/03/2016.- Cuentos, dichos y leyendas



CUENTOS:

Los cuentos de transmisión oral que me contaban en Riópar de pequeño los he recopilado, editado y publicado en:
www.cuentosytrascuentos.blogspot.com
Claro que están mezclados con otros muchos cuentos nuevos que he ido escribiendo, pero buscando los de transmisión oral ahí está todos.
Estadísticamente el cuento más leído es uno que escribí y he publicado en ese blog, titulado "EL LOBO FEROZ", pero le sigue en popularidad un cuento muy riopense que me contó Angelita Moreno, "LAS BRUJAS DEL LUGAR NUEVO" 

EL CAZADOR QUE SE QUEDÓ SIN PERRO
Éste pequeño relato, cuento o trabalenguas de Alberto López se encuentra en:
http://cuentosytrascuentos.blogspot.com.es/2015/06/el-cazador-que-se-quedo-sin-perro.html

NO LO CONVIERTAS EN ERA
Este relato que recordaba porque lo contaba mi padre se encuentra en:
http://cuentosytrascuentos.blogspot.com.es/2015/04/no-lo-conviertas-en-era.html

SUCEDIDOS

El primer "SELF SERVICE" lo inventó Marino cuando colocaba cajas de botellines de gaseosas de su fábrica en el Caño de Severino para que estuvieran fresquitas, y al lado el abridor y una cajita para que el usuario echara su importe. Durante tiempo funcionó el sistema (ejemplo de civismo y honradez) sin problemas, aunque  finalmente se tuvo que quitar por culpa de algún malapata que no se comportaba como Dios manda; con lo que, gracias a él, perdimos todos.
Sobre esto, cuando se logre otro empeño que comparto con muchos y que es dar el nombre de Vicente Galindo a La Casa de la Cultura, voy a proponer la recuperación del "Caño de Severino" y poner una placa en recuerdo de Marino y del primer autoservicio de España y yo diría que del mundo (y, tratándose de Riópar, puedo decir del Mundo sin mentir)

DE VELATORIO

Contaba Alfonso Benitez  que en aquellos tiempos, como no había mas distracción, se habían de decidir entre ir al baile o al velatorio de turno.  
Los velatorios eran muy entretenidos porque se hablaba de todo, se contaban chascarrillos y se podía echar algún trago de vino o mistela con alguna cosa de horno. 
Pues resulta que en cierta ocasión fueron a un velatorio en el que, como el carpintero estaba algo chispao a la hora de tomar medidas, había hecho la caja corta y tuvieron que desfondarla por los pies para que se pudiera acomodar al difunto. y allí estaban con la caja sin fondo de la que asomaban unos piezacos del 50 por lo menos y con unos calcetines de punto, de aquellos en los que asomaba el cabo por las puntas, por lo que los hilos tiesos parecían los cabos de los velones. 
No pudieron contener la risa ante el espectáculo y los despacharon con cajas destempladas.  
-"Pos odo, habráse visto la falta de respeto a un muerto, ¡fuera! y a reiros a la calle"

DICHOS (que pudieran muy bien ser sucedidos)

Era una señora muy relimpia que estaba amasando el pan; entonces su hijo se hizo caca,  lo limpió, pero al cambiarle el pañal se manchó el pulgar. Sin lavarse las manos siguió con la masa y con el dedo en alto iba diciendo: "si otra fuera el dedo metiera, si otra fuera el dedo metiera".

OTRO

Estaba haciendo ajoatao y, de la moquita, le colgaba una gota de la nariz. Entonces le pregunta a otro
- ¿comerás?
 y responde
-Según caiga 

DICHOS


Lo primero y principal 
es oír misa y almorzar, 
y si corre mucha prisa, 
almorzar y no ir a misa

Quien calza alpargates, 
espárragos chupa 
y besa a una vieja; 
ni calza, ni chupa, ni besa

¿cuanto vales?
cien reales
¿cuanto pesas?
cien artesas 

Saca la lengua, Toribio, 
y métela en un cenacho, 
para que diga la gente 
que eres Toribio borracho

Chisquili dale
la yesca está seca
y las chispas no salen 

-¡Caracho! sino m'acacho 
una bala me vendimia 
pero como me caracaché,
la bala pasó por cima.-

Francisco, por ti me espizco, 
por ti me lavo la cara, 
por ti me peino los rizos 

ALGUNAS FRASES


Y caían chuzos de punta 

Ya escampiaba y caían bombas

Rebotar como granizo en albarda 

¡Arrea manco!, y tenía once deos


LEYENDAS:


LEYENDA DEL ÁRBOL
Romance

A mi padre, que un día escribió esto:

Sus ruinas el castillo de la Hiedra
llora en la brava cumbre de granito;
Riópar a sus pies, manso y contrito,
mira al gigante de vetusta piedra...”

Al pie de la altiva torre
cuida sus flores la bella,
pero cuanto más las cuida,
más se acrecienta su pena;
pues es tan dura la roca
que ni los arbustos medran,
y los rosales no crecen,
y ella con árboles sueña.

¿Por qué me trajiste, amado,
desde Valencia y su huerta
de perfumados naranjos
a esta enorme roca yerma?
Déjame al menos, esposo,
que baje hasta la ribera,
a las orillas del Mundo
o del Río de la Vega,
donde las aves anidan
y cantan en la arboleda.

No debes bajar al río;
los cristianos están cerca,
corres un serio peligro
si del castillo te alejas.

Al pie de la altiva torre
cuida sus flores la bella,
y al contemplar los pinares
que alegran toda la Sierra;
tan cerca pero prohibidos,
más se acrecienta su pena.

En el jardín del castillo
hicieron miles de pruebas,
plantaron pinos, nogales,
encinas, chopos, higueras...
ni los enebros arraigan
en aquella dura peña.

Con cada nuevo fracaso
Zulema se desespera,
se marchita su alegría
cuando los brotes se secan.
Al pie de la altiva torre
llora de nostalgia y pena.

De Riópar en la cima,
al castillo de la Hiedra,
arribaron mensajeros
portando una buena nueva;
hablan de nuevas especies,
de superior resistencia,
cultivadas por expertos
en el reino de Valencia.

En su búsqueda partieron
y abandonaron su tierra;
el esposo en su caballo
le dice adiós a Zulema,
y con cuatro por escolta
dejó aquella fortaleza,
sin reparar en peligros
ni en los riesgos de la guerra.

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Oteando en la distancia
pasa sus días Zulema;
pasa las noches rezando,
¡Que Alá le dé buena vuelta!”
Y los días se hacen meses
y el esposo que no llega...

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Cierto día, unos jinetes,
cabalgando por la vega,
llegaron hasta el castillo
por la empinada ladera;
portando al esposo muerto,
víctima en una refriega
cuando cruzaban los puertos,
cuando ya estaban de vuelta.

La cimitarra mantiene
asida en su mano diestra,
por más que lo han intentado
es inútil, no la suelta;
como si, aun después de muerto,
un tesoro defendiera,
más firme que mil cerrojos
guardado en su mano izquierda.

De Riópar en la cima
hay duelo en la fortaleza,
ni los más bravos guerreros
saben ocultar su pena.

En el jardín, una tumba
manda preparar Zulema
para enterrar a su amado
y a sus ilusiones muertas,
y lloró de día y noche
y lloró sin paz ni tregua,
y las nubes desde el cielo
lloraron sobre la sierra.

Pasaron un mes tras otro
y llegó la primavera,
la alegría de los campos
hasta el castillo no llega
ni al jardín abandonado,
y sólo la tumba riegan
lágrimas inagotables
de los ojos de Zulema.

Sobre aquella tumba brotan
tiernos tallos, tiernas yemas,
y se despliegan las hojas
de un arbolillo que eleva
sus verdes ramas al cielo
como un grito de la tierra,
como vegetal plegaria
dirigida a las estrellas;
olmo negro que, de luto,
su triste origen recuerda.

Poco a poco se hizo fuerte
y creció, ramas abiertas,
dando su sombra, consuelo
para el dolor de Zulema.

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Pasado el tiempo y sintiendo
llegada su hora postrera,
Zulema le dijo al árbol
abrazada a su corteza:

Quiero dormir a tu sombra,
donde mi esposo me espera;
con su amor te dio la vida
y mi amor te dará fuerza,
verás caer a la torre,
al castillo y sus almenas,
y así a través de los siglos
serás símbolo y emblema
de que el amor siempre arraiga
hasta en la más dura piedra.

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De Riópar en la cima
del Castillo de la Hiedra,
cayó aquella altiva torre,
los muros y las almenas,
y los siglos, bajo el árbol,
vieron cruzarse promesas,
y entrecruzarse las manos,
y al pueblo bailar en fiestas.

Así fue lugar de encuentro;
como predijo Zulema,
símbolo de amor y dicha
y punto de referencia,
aunque de esta vieja historia
nadie en el pueblo se acuerda.

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