Mi corresponsal, además de amigo, para todos estos temas siempre había sido Vicente Galindo; pero, a causa de la enfermedad que nos lo robó, no dispongo del texto del primer premio de verso ni del segundo de prosa, de modo que a continuación incluiré únicamente el primer premio de prosa.
Este primer premio de prosa se titula:
CARTA A LOS MIEMBROS DEL JURADO
original de Antonio Barreda.
En el blog de noticias, a falta de otro material, junto al reportaje había incluído el segundo premio de verso titulado CRISOL DE LAS AGUAS y otro poema también mío que escribí en homenaje a esta (XL) edición, al ser un número tan especial..
Los enlaces a la convocatoria y bases, así como el reportaje gráfico están en:
BASES:
http://noticiasderiopar.blogspot.com.es/2014/07/11072014-convocado-el-xl-certamen.html
REPORTAJE:
http://noticiasderiopar.blogspot.com.es/2014/11/16112014-el-certamen-literario-de.html
BASES:
http://noticiasderiopar.blogspot.com.es/2014/07/11072014-convocado-el-xl-certamen.html
REPORTAJE:
http://noticiasderiopar.blogspot.com.es/2014/11/16112014-el-certamen-literario-de.html
CARTA A LOS MIEMBROS DEL JURADO
A los miembros del jurado del XL certamen literario de Riópar:
Vaya por delante que nada más lejos de mi intención con esta carta que cuestionar su trabajo como jurados. Pocas labores me merecen mayor respeto que la de ustedes e imagino las terribles dudas que les asaltarán hasta seleccionar la obra agraciada, por no mencionar los horribles bodrios que tendrán que leer con ejemplar estoicismo.
Aclarada mi profunda admiración hacia su hermosa y eventual ocupación, quisiera decirles que hace más de treinta años que participo en esta maravillosa fiesta de las artes y las letras que es su concurso literario. Concretamente, creo que desde el 81. En esa época cumplía yo 20 años, ¡quién los pillara ahora!, y con dos amigos más nos habíamos presentado en Los Chorros con nuestro coche, una tienda de campaña y muchas ganas de pasarlo bien. Entonces estaba permitida todavía la acampada libre, pero ¿qué les cuento a ustedes que no sepan ya, siendo como son (imagino, tampoco lo sé) oriundos de ese bello municipio donde nace el Mundo? Entre chapuzones en las aguas mas límpidas (y también más frías), entre caminatas por rincones de cuentos de hadas, entre carreras por las mañanas delante de los toros y por las noches detrás de las mozas, aquel verano también saqué tiempo para escribir el breve relato que supuso mi primera incursión en este su (o nuestro, ¿por qué no?) concurso. Tengo un recuerdo muy vago de esta narración, pero sin duda se podría encuadrar en ese grupo de bodrios de los que hablaba en el párrafo anterior. La historia giraba en torno a una horrible criatura que anidaba en la misma cueva de Los Chorros y contra la que luchaban, usando como armas su ingenio y determinación, unos jóvenes excursionistas que, sin duda, eran en mi pueril cabeza un alter ego de los tres amigos que acampábamos allí. Recuerdo que algunas noches, bajo la cúpula del cielo estrellado, nos iluminábamos la cara desde abajo con una linterna, e intentábamos asustarnos unos a otros con historias sobre psicópatas asesinos y monstruos que merodeaban por esas montañas, y que contábamos como ciertas, aún cuando lo inventábamos todo en ese mismo instante. Supongo que en una de estas sesiones, que lógicamente nos producían más risas que miedos, se me ocurrió el primer cuento que les envié. Como era de esperar, no ganó. De hecho, ninguno de los más de doscientos relatos míos (sin hablar de los poemas), que ustedes y sus antecesores han leído, ha sido galardonado en Riópar. Quiero recordar que aquella invención juvenil se tituló “Terror en Los Chorros”. Fue lo primero que escribí en mi vida (literariamente, se entiende). También es la única narración de la que no guardé una copia. Imagino que la destruirían hace tiempo, pero si por casualidad ustedes guardasen un archivo de las obras presentadas, recuperarla supondría una gran alegría para mí por motivos puramente sentimentales.
Hacer una breve reseña de todos los cuentos que he presentado sería demasiado largo. Por resumir, les diré que desde ese lejano 81 no he faltado a una sola cita con ustedes. Progresivamente, año tras año, era mayor el número de relatos que les enviaba. Quisiera pensar que también crecía su calidad. Por lo menos ésa era mi intención, y para ello intenté desde entonces formarme una sólida base literaria, emprendiendo la lectura de obras clásicas, novela contemporánea, y de todo aquello que, en mi opinión, me pudiese ayudar a progresar como escritor. Esto, por un lado. Por otro, también procuré aumentar mis conocimientos sobre todo lo relacionado con Riópar: historia, geografía, industria, folclore, leyendas… Creo que fue en el año 97 cuando una tarde, estando en mi casa de Albacete, le mostré por casualidad a un buen amigo mío, periodista y crítico literario, algunos de mis relatos. Quedó sorprendido, y él me sorprendió aún más cuando me animó a que los publicara, cosa que terminé haciendo con su ayuda. Entre los dos reunimos quince de aquellas narraciones en un librito que se llamó Cuentos Serranos (Editorial Jumera). Tuvo tan buena acogida entre público y crítica que me atreví con una segunda recopilación, más exitosa si cabe que la primera. Muy pronto, me vi alternando mis habituales microrrelatos para el concurso, con la elaboración de la que sería mi primera novela larga, Pasión en el Calar (Editorial Tururú); antes de que terminara el pasado milenio había abandonado, tras veinte duros años, mi antiguo trabajo en un taller mecánico, cambiando la grasa de los motores por la tinta de las impresoras.
Los últimos quince años de mi vida han sido ciertamente vertiginosos: gran parte de ellos viajando por todo el orbe, promocionando mis libros, que ya han sido traducidos a más de ochenta idiomas. Resultaría difícil que no hubiesen visto alguna de las veinte películas que se han basado en ellos, muchas fueron auténticos éxitos de taquilla como Por un puñado de guíscanos, de Olmonábar, o El Pernales: muerte en la sierra, de Franckis Von Coppolon. Imagino que muchos de ustedes verían en la prensa rosa esas fotos, de las que no estoy orgulloso, en las que salgo en actitud un tanto acaramelada con Hala Berril. Ella me había invitado a pasar unos días en su casa de Malibú: quería que le ayudase a comprender mejor la compleja psicología de Herminia, la protagonista femenina de La amazona del Pino Toril, film que iba a empezar a rodar en breve; en fin, las traicioneras imágenes se sacaron de contexto y originaron un pequeño malentendido. Aparte del cine, también para televisión se me ha adaptado. Por ejemplo, les puedo adelantar que a finales de este año se estrenará, en Antena 3, la serie centroeuropea Las aventuras del joven Graubner. En Austria están emitiendo ya la cuarta temporada, con unos altos índices de audiencia. Respecto a las adaptaciones teatrales, yo mismo he perdido la cuenta de cuántas se han hecho basándose en mis libros. Citaré mi preferida, el musical Amaneciendo en las fábricas: su musicalización de mi Oda a la Calamina, junto con la delicada coreografía que se representa, me parecen de una sensibilidad exquisita.
A pesar de la ajetreada vida que llevo de un tiempo a esta parte, siempre saco unos días para venir a Riópar y presentar mis nuevos cuentos. A veces, en una entrevista, algún periodista adulador me dice que yo ya tengo todos los premios y reconocimientos posibles. Yo le sonrío, y no sé si mis ojos dejan translucir una cierta melancolía que siento en ese momento. Por lo general, le contesto alguna vaguedad y no menciono mi fracaso en nuestro concurso; sobre todo porque creo que no lo entendería, pensaría que para un hombre que tiene los más preciados trofeos literarios adornando su despacho, poca importancia puede tener una figura de bronce más o menos; quizá le resultara incomprensible que en la estantería de mi corazón haya reservado un sitio privilegiado para ese galardón desde hace más de treinta años. Hace unos días, ultimaba un nuevo cuento para el certamen y, leyéndolo, pensaba si sería de su agrado. Dejaba volar la imaginación, me veía ya en la sala audiovisual de las Fábricas, pletórico, sonriente, haciendo pequeñas inclinaciones de cabeza ante los aplausos del público. De repente, una idea me asaltó: y después, ¿qué? El año siguiente, ¿volvería a Riópar? Últimamente tenía que hacer malabares con mi apretada agenda para escaparme allí unos días, pero para mí era algo casi personal ir y competir por el premio que más años llevo buscando. Ese había sido mi pretexto para anular todo tipo de compromisos y plantarme en este pueblo que ya llevo en el corazón desde aquel verano del 81... Y entonces vi claro mi autoengaño. ¿Iba a renunciar al paseo hasta los Chorros por el Charco de las Truchas, con ese hermoso silencio tan solo roto por el trinar de los pájaros y el canto del agua? ¿Ya no iría a darle de comer a los ciervos y a ver los lobos en La Dehesa? ¿No buscaría más guíscanos por los Picos del Oso? ¿Y el atascaburras de Rosa la de La Cuesta, y el cabrito al horno de leña de la Taberna de los Vientos, y las brasas del Emilio? Por no hablar de las romerías a Riópar Viejo, con sus panes rellenos de tortilla, pimientos, panceta... ¿Dónde encontraría ancianos que me contasen, echando una partida en la plaza de Luis Escudero, antiguas historias tan valiosas para mis libros? Cogí el relato que tenía entre mis manos y lo rompí en pedazos. Tomé la firme determinación, y así se lo comunico, de no participar más en su certamen literario. Seguiré viniendo todos los años, pero porque lo necesito. Necesito respirar ese aire tan puro, tomarme unas cervezas en el Bárbol, bañarme en Arroyofrío y olvidarme por unos días del resto del mundo. Quizá me presente, por diversión, a su concurso de la canción. De momento, ya he compuesto un par de temas; se los mandé a un amigo de la radio, y me dijo que uno de ellos, Dancing la Pita all night long, con sus estribillos repetitivos y su ritmo machacón, tiene todos los ingredientes para ser la canción del verano. Ayer mismo, me envió un email Daví Pispal para decirme que estaría muy interesado en hacer los coros en mi debut el día del concurso. Sospecho que intenta utilizarme para relanzar su carrera.
Sólo me resta pues, el agradecerles la paciencia que han tenido leyendo todo lo que les remití, incluida esta última carta. Porque esto tan sólo es eso, una carta. Espero que no cometan ahora ustedes la imprudencia de premiar esto... No, después de todo lo que les envié... Sería demasiado irónico.
P.D. Mientras escribía estas últimas líneas, me ha llamado Estifen Spuelborg. Hace un par de semanas cenamos juntos en un coqueto restaurante de Sunset Boulevard para comentar algunos proyectos que tenemos. En un momento de la velada le hablé de mi primer relato perdido, Terror en Los Chorros. Entonces ya le pareció una idea interesante, y ahora me confirma que le gustaría empezar el rodaje este octubre. Me ha preguntado por la capacidad de Riópar para alojar a un equipo de unas doscientas personas, así como por las posibilidades de filmar en algunos enclaves. Yo ya le he explicado algo sobre el lento proceso de formación de las rocas calcáreas, y le he dicho que lo más seguro es que la escena final de la explosión en la Cueva de Los Chorros, mientras el protagonista salta con su Rieju a las calderetas salvando el pellejo de milagro, habría que filmarla en un decorado ad hoc, con infografía o de otra forma. En fin, él es el experto y él sabrá. Sobre las demás dudas, le aconsejé que se pusiera en contacto con D. Javier García Morcillo, el alcalde; que él se las resolvería encantado. Me ha comentado que el próximo mes, sin falta, se personará en el Ayuntamiento para hablar de todo esto, y ya de paso ir buscando localizaciones. Aprovecho esta circunstancia para reiterar mi petición de recuperar, si fuese posible, el original del susodicho relato. Ustedes comprenderán que ahora quizá pueda tener algo más que un valor sentimental.
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