domingo, 6 de marzo de 2016

6/03/2016.- Certamen Literario 2003

De esta edición no dispongo de material gráfico, de modo que entraremos directamente en la lectura de los trabajos premiados.

En esta edición el tema es LIBRE


El primer premio de prosa se titula LA COSA TIENE MIGA y es su autor Eduardo García Pérez


El primer premio de verso, titulado SU RECUERDO DE AMAPOLA, es obra de Juan Lorenzo Collado Gómez








LA COSA TIENE MIGA

Con la yema del dedo índice .de su mano derecha .don Santos hunde la. tecla del despertador. Calla el ringring del reloj.
El silencio se adueña del dormitorio. Los visillos de la ventana tamizan una luz temprana. El primer vagido del día devuelve a su mente el pensamiento con el que anoche se fue a la cama: La Santa Sede le ha pedido un informe sobre afrodisíacos cristianos (j?). Al parecer, el Santo Padre se propone publicar urbi et orbi némine discrepante, en el otoño de 2003, una encíclica sobre la materia. Don Santos cree que este Papa es un oportunista retardado que pretende alertar a la cristiandad sobre un tema pasado de moda.
Monseñor Torbado y Cuixart de Porto-Nariño sabe que en su agenda de hoy don Iñaki no ha anotado ninguna visita pastoral, ningún compromiso protocolario. Su excelencia está aún sentado en el borde del colchón. Se atusa las escasas greñas para espantar ese rescoldo de melancolía que ha dejado el ringring del reloj. Los pies descalzos de don Santos culebrean sobre la alfombrilla. Buscan los mocasines rojos que su sobrina Inés le regaló hace años, cuando el Papa, en un descuido de la divina providencia, eso dice él, lo nombró obispo. Ya dieron con ellos. Los dedos de los pies reptan como orugas hasta que logran acoplarse al calzado. Don Santos se quita el pantalón y la blusa del pijama. Hace un mohín:
Persisten los michelines. En la cara interior del muslo izquierdo las varices parecen arroyuelos dibujados en su piel. Con su mano derecha el prelado sopesa indolentemente, castamente, el gurruño escrotal. El testículo izquierdo pesa más que el derecho. ¿Ocurrirá esto a todos los varones? Don Santos deja caer con desgana los dos peludos aguacates. El péndulo, desmayado y mustio, cae al vacío y roza el larguero de la cama. La erección vibrátil de amaneceres ya lejanos no turba la sangre ni la conciencia de monseñor. Está apunto de jubilarse. Cree que también él tomaría las grageas, si no estuviera sujeto al celibato. ¿Acaso no se trata de restaurar un miembro decaído por la deleznable condición de la naturaleza
humana?
Monseñor se pone de pie. Sigue desnudo. Acerca a la cómoda su corpachón, se mira al espejo, se despereza. Nunca olvida la vieja costumbre de sacar la lengua, hacerse morisquetas a sí mismo tirándose de ambas orejas al tiempo e insultarse con palabrotas no indulgenciables. Cada día que amanece se asombra de verse obispo de la Iglesia. De algo se
siente seguro: El Papa debió de nombrarlo obispo aprovechando un despiste del Altísimo. Su elección para la sede episcopal de Santa Gadea debió de fraguarse mientras el Espíritu Santo dormía. Si Horacio osó decir que "quandoque bonus dormitat Homerus", don Santos sospecha que "quandoque Sanctus dormitat Spiritus".
Monseñor Torbado recibirá esta tarde en palacio a los asesores que han de ilustrarlo en el informe pedido por el Papa. Los ha escogido rebus mature perpensis. Son ellos: Sergio Serrano, canónigo de la catedral; Casto Candiles, arcipreste de San Gil; Justo Juárez, jesuita; Damián Dávila, profesor de andrología de la universidad; Teodoro Téllez, profesor de ética
del seminario conciliar , y Marta Monreal, abadesa del monasterio de Santa Ana. Candiles ha sido invitado por su experiencia conyugal. Ingresó en el seminario siendo viudo. A Marta Monreal le ocurrió lo mismo. Su marido falleció dos meses después de regresar de su viaje de luna de miel a Lausanne. Creyendo ser un aviso del más allá, ella se sintió obligada a seguir la voz de Dios que ya había repicado en su corazón cuando todavía era una adolescente.
Los convocados acuden hoy con el dictamen que don Santos les pidió hace doce días. Don Iñaki, secretario del obispo, es hombre jovial, meticuloso. Ha preparado para los invitados de su excelencia un condumio de lujo: Lonchas de jamón serrano de Teruel, taquitos de queso manchego, pepinillos, rodajitas de salchichón, pimientos de Padrón, berenjenas de Almagro, almendras y mejillones en escabeche. Los asesores podrán mojar el gaznate si les place. Don Iñaki ha distribuido por la mesa botellas de Vino tinto de Jumilla, rosado de Cariñena, fino de Jerez, refrescos de naranja, de mango y de piña.
Por los ocultos altavoces del techo de la sala llega la musiquilla lejana del "Magníficat" de Perossi. La cocinera ha prolongado su jornada. Permanece de guardia a pie de obra, junto al fogón. Tal vez alguno de los invitados querrá tomar alguna tisana. Hay, esparcidos sobre la mesa, canastillos de mimbre con rodajas de pan y paquetes de tabaco rubio y negro. En un cartel colgado de la pared, "se ruega no fumar". La brisa de la tarde juega con las cortinas.
Van a ser las ocho. Los invitados han formado un círculo en la sala. Rodean a la abadesa. Marta es, en este instante, el imán de todas las miradas. Don Iñaki da los últimos toques al ornato de la gran mesa oblonga de caoba. La llegada del obispo deja a los invitados con la palabra en la boca. Besan su anillo pastoral y sonríen con él.
- Les pedí por favor que "non multa, sed multum" - dice el señor obispo -. ¿Les parece bien que cada uno de ustedes exprese de viva voz su opinión y luego hacemos la ronda de comentarios?
- De acuerdo, monseñor - responden a coro los convocados.
- Reitero lo que ya les dije - advierte don Santos -: Aquí y ahora sólo interesan los aspectos morales. No es que la Iglesia olvide los problemas de salud. No, pero doctores tiene la ciencia que nos darán razón de ellos. Nuestra atención se fija tan sólo en la licitud o ilicitud moral del uso de las grageas Viagra. Esto es lo que ha pedido el Papa. Ruego que utilicen un lenguaje conciso, evanescente, sutil, que atenúe la crudeza de la materia. Sancta sancte sunt tractanda. ¿Empezamos? - El prelado mira a la abadesa:- Las señoras, primero.
Marta opina que, de ser ciertos los portentos atribuidos a las famosas pastillitas, éstas serán las aliadas de Belzebú para embravecer las tentaciones de la carne. Si es harto difícil ser castos sin las grageas, imaginen cuánto más lo será con ellas.
Lo mismo opina Teodoro Téllez. Sin el pecado de Adán y Eva las grageas serían maná del cielo. Habiendo pecado Adán y Eva, las grageas generan una competencia desleal entre carne y espíritu. Serrano, canónigo de la catedral, larga su opinión: Las grageas son éticamente neutras. La biblia y la tradición callan sobre estos milagros de botica. Serrano no
puede vencer la tentación de un pistoletazo aristotélico: "Peccatum est voluntaria transgressio aut Dei aut Ecclesiae mandati. Atqui nullum est mandatum Dei aut Ecclesiae in quo pillulae prohibantur, ergo nullum est peccatum". Don Santos pide a Serrano que traduzca su silogismo a Dávila:
- El pecado es la transgresión voluntaria de un mandato de Dios o de la Iglesia. Es así que no existe mandato de Dios ni de la Iglesia que prohiba el uso de estas grageas, luego no existe el pecado.
- Eso es un sofisma como la basílica de San Pedro, - replica Juárez, el jesuita -. No es preciso que exista una prohibición explícita de Dios o de la Iglesia para que un acto humano sea pecado. Las tablas del Sinaí no son un Espasa de virtudes y de pecados. Son una síntesis de la virtud, un muestrario básico de lo lícito y de lo ilícito. Pretende usted que la ley de Dios sea un recetarlo pormenorizado de pecados y de virtudes. No, ni nuestro dios es Alá ni nuestra biblia es el Corán. Compete a la Iglesia extraer del decálogo la aplicación concreta del mandato divino, adaptándolo a cada acto humano, a cada persona.
Casto Candiles Calle interrumpe a Justo Juárez: 
- Vamos a ver si nos ponemos de acuerdo. ¿Qué son las grageas? ¡Un fármaco! Un fármaco ni es bueno ni es malo "per se". Su bondad o su maldad están en función de un fin. Una inyección de penicilina puede salvar una vida o puede mandar al otro mundo a una persona alérgica a los antibióticos. Depende de circunstancias concretas y de patologías concretas. Estoy a favor del afrodisíaco para quien lo necesite, ítem más, incluso para quien lo use como estímulo para optimizar una relación sexual lícita. Más de un adulterio podría evitarse dando el fármaco a maridos aquejados de problemas de impotencia. Voy más allá: Si su excelencia lo autoriza, me propongo recomendar las pastillas en el confesionario a penitentes con este problema.
- Ahí está el quid de la cuestión - añade Dávila -. El arzobispo de Canterbury ha dicho que lo que pretenden los afrodisíacos es simplemente restaurar un miembro decaído. La licitud moral de un fármaco está en función de unos fines. Ratifico la opinión de don Casto. Si el fin perseguido es lícito, el uso del fármaco será lícito. Si el fin es ilícito, el uso será ilícito. No tienen razón esos moralistas de chichinabo cuando dicen que el fin no justifica los medios. ¡Vaya si los justifica! Amputar una pierna para salvar una vida es lícito. Amputar una pierna para vengar una ofensa, no. Este Papa polaco tiembla al oír la palabra "sexo".
- Es lógico que así sea - salta Téllez -. Al hablar de sexo, estamos hablando del manantial de la vida. El sexo no es sólo instrumento de placer, no lo es en ninguno de los primates, nuestros antepasados. Es el cauce fijado por Dios para perpetuar la especie, para dar vida a seres racionales, dotados de un alma inmortal. Fijaos bien: Hombre y mujer, al procrear , están forzando al mismo Dios a crear una nueva alma para un nuevo ser. La cosa tiene miga. Dios crea el alma, pero ¿cómo la crea?, la crea a remolque de un acto carnal, a veces a remolque de un acto carnal pecaminoso. Asusta pensar que Dios se someta a las consecuencias del pecado creando un. alma inmortal para un ser engendrado mediante el pecado. ¡Que contrasentido!
- ¿Más opiniones? - indaga don Santos, trazando un círculo con su mirada. La abadesa Marta Monreal levanta el dedo índice
- Admito la licitud de esas grageas bajo control médico. Temo que su uso incontrolado sirva para envalentonar al demonio de la lujuria. Pocos hombres creerán que su potencia sexual es la correcta. Todos querrán más y más. La disfunción eréctil puede ser sólo un pretexto para legitimar otras perversiones. El varón debe agotar los medios artesanales conocidos para lograr una excitación natural.
- Marta ha puesto el dedo en la llaga - dice Candiles. Sus contertulios arquean las cejas por las manifestaciones de la abadesa -. Los laboratorios piensan más en el varón que en la mujer. ¿Por qué no inventan fármacos que eliminen la frigidez de la esposa?
-¿Para qué? - interrumpe Téllez.
-¿Cómo que para qué? Para aminorar el predominio del varón en el acoplamiento sexual. En esta cuestión existe un agravio comparativo que lesiona derechos de la mujer - insiste Candiles.
A monseñor Torbado y Cuixart de Porto-Nariño se le salen los ojos de sus órbitas al ver el aplomo de la madre abadesa. No se resiste a preguntarle:
- Y usted, reverenda madre, ¿dónde ha leído eso de la disfunción eréctil
- En los libros. Su excelencia sabe que yo fui mujer casada. Por esa razón estoy aquí. Soy, además, doctora en psicología conyugal. El argumento de mi tesis fue polémico. ¿Quieren saberlo? Como el señor obispo ha dicho que sancta sancte sunt tractanda, lo diré en términos que no puedan herir sus piadosas orejas: "Las perfusiones de la vesícula seminal previas a la cópula son causa determinante del clímax preorgásmico". ¡Quinientos folios sin contar las páginas ilustradas y las estadísticas de la OMS!
-¿Es posible obtener una copia de la tesis? - pregunta el obispo.
- Imposible - responde Marta, sin más explicaciones.
Dicho esto, monseñor Torbado concluye:
- Señores: Gracias, muchas gracias por su asistencia. Tengan la bondad de entregarme sus conclusiones. Sigan con el piscolabis. He de ausentarme.
Los convocados entregan al señor obispo sus notas. Don Santos Torbado y Cuixart de Porto-Nariño se despide de ellos. Marta también. Ambos abandonan la sala y caminan por el corredor de la planta noble del palacio episcopal. La abadesa besa el anillo del obispo y se despide. En ese instante sale al encuentro de su excelencia don lñaki y le entrega un
fax con remite .de la nunciatura: "Excelencia: El Santo Padre desea recordarle que espera el informe solicitado sobre los cristianos afroasiáticos".
-¿Cristianos afroasiáticos? Pero, ¡Dios santo! ¿En qué estaría yo pensando cuando leí afrodisíacos?
Monseñor Torbado está turbado y lívido. Don lñaki corre a la cocina para que preparen una tisana que sea capaz de tranquilizar al obispo. Mientras, en la sala capitular , los cinco asesores restantes mastican y beben, comentando jocosamente, con la boca llena, el desparpajo de la madre abadesa.
Al poner la taza de la tisana en manos del señor obispo, su secretario, don lñaki, trata de consolarlo con una de sus frases preferidas:
- Monseñor: Un error lo tiene cualquiera. Cuando la mar se encrespa, eso quiere decir que se está haciendo la permanente para estar más linda.
El obispo, desconsolado, sólo supo añadir:
- Ya ves, lñaki, las lecciones que nos da la vida. Siempre he presumido de mi árbol genealógico y ahora resulta que soy un alcornoque.

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SU RECUERDO DE AMAPOLA

I

Ansío a todas horas tu mirada,
rozar tus manos, hiedra que modela
el perfil de tu rostro como estela
que me apresa al surgir cada jornada.

Siempre espero el fulgor de la alborada
perdiéndome en tus labios de canela,
perdido alrededor de tu cancela
que cautiva mi mundo en llamarada.

Quiero decir que soy barro que espera
modelarse al contacto de tu boca,
celebrar una nueva primavera.

Mi voluntad se aprieta como roca
presionando el compás de tu cadera,
torrente que en tu vida desemboca.

II

Me recorre las venas hondo frío
que va desde la boca hasta lo arcano,
una rosa dormida de verano
que pone al sol tu corazón y el mío.
.
Viajero por la orilla de ese río
que desemboca al borde de tu mano,
mi vida son las teclas. de un piano
donde duerme solemne escalofrío.

Almas bellas besadas en penumbra
se crecen bajo el sol que las alumbra
y hasta parece que se quiebra el cielo.

La mañana descuelga su reposo
y prolonga un latido tembloroso
debajo de tu piel de terciopelo.

III

Escapa en un suspiro abandonado
la tarde. El horizonte ya se pinta
con el débil color que abraza y tinta
tu mirada de brillo acalorado

A lo lejos estático tejado,
hojas en ascensión, hila una cinta
de raso, hebras de lana variopinta
que de carmín el suelo han maquillado.

Lazo de fría, trémula cintura,
presa en crepuscular alojamiento
donde corrió su máxima aventura.

Ya muere columpiada por el viento
al ritmo de solemne partitura
que, con pesar, apresa el pensamiento -

IV

Conservo bajo página gastada
un pétalo marchito de amapola
que en momentos fatídicos asola
horas que esperan una madrugada

De sus ojos me queda la mirada
donde se reflejó bella corola
y versos que a la luz de una farola
tienen olor de almendra congelada.

De labios su temblor, su sobresalto,
serenata de luz que fertiliza
el aire con espigas de cobalto.

Honda herida que nunca cicatriza
amarrando el deseo en un asalto
que sólo engendra mares de ceniza






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