domingo, 6 de marzo de 2016

6/03/2016.- Certamen Literario 2006


De esta edición tenemos fotos que pueden verse en:
https://es.pinterest.com/emilianoripar/certamen-literario-2006/

Los vídeos de los tres premios de verso que se pueden ve a continuación.

El tema en este año es RIÓPAR


Y de los temas premiados vamos a publicar los primeros premios de prosa y verso:

El primero de prosa, titulado: LAS FÁBRICAS, corresponde al autor Juan Zamora Salmerón

El primero de verso se titula SI OLVIDO VOLVER A ESTA TIERRA y es obra de Antonio Avilés Rodríguez










LAS FÁBRICAS

El camino serpenteante entre los pinos pronto dejó a la vista un amplio valle. En un primer plano se veían las ruinas de un viejo castillo, una iglesia de piedra y unos caseríos, todo ello en lo alto de un gran cerro situado estratégicamente en el centro mismo del verde valle. Al fondo, como protegiendo al castillo, se elevaba una gran montaña, señorial, única, y si en principio parecía igual a aquellas otras que había cruzado en su viaje desde Alcaraz, solamente la que llaman Del Almenara, se podía comparar a esta en hermosura y braveza.
El viajero decidió que ese era un buen lugar para pintar el paisaje que se abría a sus píes. Desmontando de su caballo alazán, desató sus herramientas de trabajo: un cuaderno de folios, un estuche con óleos y pinceles, y por último una silla plegable echa de madera y tela. Pronto comenzó a esbozar los primeros trazos, y cuanto más se fijaba en el paisaje para profundizar en la pintura, más se daba cuenta de la belleza del entorno. Unas casillas por aquí, un arrollo por allí corriendo entre choperas y tierras de cultivo, gigantescas montañas por doquier, y en el centro, el peñón del castillo. Seguro que eso sería Riópar. La luz del atardecer le daba un tono anaranjado al paisaje, un tono anaranjado tan bello como el que encontró cuando el periódico le mandó dibujar las dehesas de Cáceres para un artículo sobre el corcho.
Cuando el pintor estaba casi terminando la obra, un perro pequeño de los que llaman pastoril, se acercó a olisquear el caballo, y después a él.
- Ven, bonito- dijo el artista, mostrando su mano abierta al cánido.
El perro se acercó a su lado, y justo cuando le acariciaba la cabecilla, se oyó una voz que decía.
- ¡ Lucero, deja al señor, rápido aquí ¡
El pequeño animal moviendo alegremente la cola, se dirigió junto a su dueño, quien comenzó a andar hacia el forastero.
- No se preocupe, buen hombre -dijo éste- No me ha molestado. Me llamo Luis Arzúa, y vengo de Madrid, a pasar unos días por estos parajes. ¿Quiere un trago de vino de Valdepeñas?
- Agradecido, pues todo el día con el ganado por esos pedregales le dan a uno una sed de mil demonios, y perdone usted la expresión. Mi nombre es Tomás Moreno, aunque todos me llaman El Mochuelo, pues ya de chico siempre estaba tirado en el monte con los animales.
El forastero le ofreció la bota al pastor y éste, dando un buen trago se la devolvió al mismo tiempo que observaba con detenimiento el dibujo. 
- ¡Eso está muy bien echo, pero que muy bien!. ¡ Toda la vida viéndolo y ahí en el papel parece más bonito! i Si hasta se ve el nido de águila, del Padroncillo!, es esta mancha marrón que ha pintado usted, aquí.
- ¡Muchas gracias, buen hombre!. Me alegra que le guste y que sepa reconocer lo que he pintado. Este es un dibujo para el periódico en el que trabajo "El Ilustre". Yo dibujo los lugares que me dicen, y después otro hombre en el periódico lo pasa a una madera y así sacan las copias para el periódico, se llama xilografía. Tengo que pintar sobre el pueblo de Riópar, sus tierras y sobre unas fábricas nuevas que se llaman San Juan de Alcaraz y San Jorge del Río Mundo. ¿Estoy muy lejos de ellas?
- No, que va, hombre. Mire yo vivo en esas dos casillas de ahí abajo que se llaman El Noguerón. Eso de allí enfrente es Riópar, con su castillo de los moros, y la iglesia cristiana. Detrás el cerro alto, le decimos El Padroncillo, y más a la izquierda el caserío del Búho, donde vive mi primo Alfonso, y esas de allí son las cumbres del Calar, donde coge agua el Mundo; ya una legua de aquí, están las fábricas.
- Muchas gracias por la información, entonces debo partir pues he quedado con el director de las mismas para que me hable de ellas, y del río.
Diciendo esto se puso en píe y comenzó a recoger sus utensilios de pintar.
- Si quiere puede acompañarme a mi casa, y mi mujer nos hará algo para cenar- dijo El Mochuelo.
- Otra vez gracias, pero tengo una carta del director de mi periódico para el director de las fábricas, quien me esperaba para hoy, según un cable que le enviaron hace unos días. Tal vez nos veamos antes de partir.
Diciéndole adiós con la mano, emprendió un trote suave con su alazán, en dirección a las fábricas. El paisaje era precioso, con grandes cortados y con las montañas del Calar siempre escoltándolo a su derecha. Tras beber agua en un nacimiento de agua fresca situado entre pinos, y después de bajar una pequeña pendiente del camino, llegó junto a seis casas que estaban al lado de una gran balsa de la que salía un canal que se introducía en unos grandes edificios, Las Fábricas.
A los pocos minutos llegó a la puerta del edificio principal, en el que se podía leer "ADMINISTRACIÓN". Amarró el alazán en una argolla en el muro, y limpiándose el polvo del traje, entró en la fábrica. 
Le sorprendió el tamaño del edificio ya que desde fuera parecía más pequeño. La entrada era amplia, lo suficiente para pasar dos carretas de carga a la vez. En el suelo, dibujada con cantos rodados, había una Cruz de Caravaca, que si hermosa, parecía un tanto extraña en esas Sierras. Una vez cruzado el arco, se accedía a un gran patio cuadrado, con mucha arboleda, una gran jaula que hacía de pajarera, y una pequeña Iglesia al fondo. Todo el conjunto gozaba de gran belleza y armonía. Estando ensimismado contemplando el patio, oyó una voz detrás suyo.
- Buenas tardes, el señor Luís Arzúa, supongo. Yo soy el director de las fábricas
- Efectivamente- contestó éste, estrechando la mano que le ofrecía.
- Por favor, sígame a mi oficina, y hablemos mientras tomamos algún refrigerio.
El despacho del director no era muy grande. El suelo de madera, una bella y robusta caja fuerte, una gran mesa de nogal, y varias estanterías repletas de libros, era todo lo que contenía el despacho.
Sin que nadie hubiera dicho nada, apareció una mujer mayor portando una bandeja con dos vasos y una botella de vino.
- Gracias, Lucía, puedes retirarte -dijo el director- Beba un vaso de este buen vino que está hecho por los paisanos, con uvas de aquí. Para mi gusto está mejor que los riojas que bebía en Madrid, antes de hacerme cargo de las fábricas. Bueno, según el cable que recibí, usted me daría una carta de presentación, en la que me dirían que en qué le puedo ayudar.
- Así es, tenga usted. - dijo Luís, mientras le tendía la carta al director y tomaba el vaso de vino que este le ofrecía.
Por unos minutos el silencio lo envolvió todo, dando tiempo al forastero a saborear ese buen vino de color rojo sangre. En verdad era un buen vino, y posiblemente era mejor que los riojas.
- Bien, según la carta firmada por el señor Secretario de Industria, debo facilitarle toda la información que me sea posible, para un artículo que será publicado en su periódico, sobre las Reales Fábricas de España, entre las que se encuentran estas Reales Fábricas de san Juan de Alcaraz y San Jorge del Río Mundo. Usted dirá.
- En primer lugar me gustaría me hablara de la historia del pueblo, y por supuesto del origen de las fábricas. - dijo Luís, mientras sacaba un cuaderno de viaje y tomaba notas.
- Bien, para comenzar le diré que Riópar, allá por 1213 estaba en poder de los árabes, de ahí el castillo que hoy vemos en ruinas. El rey Alfonso VIII, tras tomar Alcaraz, conquista Riópar. No hay nada especial en la historia de la zona, hasta que a finales del siglo XVIII, se descubren en las faldas de unas montañas cercanas a donde estamos, unas minas de calamina. Tal era su pureza que el rey Carlos III, manda construir unas Reales Fábricas, para obtener latón y bronce, esas son las Fábricas de San Juan de Alcaraz, donde estamos, y la San Jorge, junto al río, y a los pies de las mismas minas. En la construcción y trabajos de las fábricas, por orden directa del monarca, trabajaron sus mejores arquitectos y escultores, de ahí la importancia de nuestras obras. Si quiere bajamos a la fábrica y lo ve usted en vivo.
Mientras paseaban por la fábrica, el director le explicaba todo lo que iban viendo. La sala del laboratorio químico, donde hacían las aleaciones; la fundición con los crisoles y el bronce al rojo vivo cayendo sobre las cajas de los moldes; la sala de enfriamiento y también había gente vaciando las cajas de moldes y sacando bellas piezas que eran unas ánforas de tipo árabe; en otra parte de la fábrica había cuatro personas quitando las rebabas a las piezas y por último unos bancos con diez hombres puliendo las piezas y metiéndolas en cajas envueltas en paja. Todo el proceso era algo mágico, de un líquido hirviente, salían piezas brillantes como el oro, todo parecía obra de brujos.
Como dibujante que era, además de redactor, cuando vio los catálogos que tenía las fábricas, dibujados a plumilla y color, se quedó maravillado por su realismo y elegancia.
- Me alegro que le guste todo el proceso y nuestras instalaciones. Los obreros son verdaderos artistas y la mayoría son descendientes directos de los primeros trabajadores de la fábrica, hace cien años, con lo cual lo llevan en la sangre, y además sienten la fábrica como algo suyo. Mañana lo recojo en la pensión, después de desayunar y nos acercamos a la Fábrica de San Jorge, y a las minas.
Luís se levantó antes del amanecer, y subió a un cerro para tomar unos bocetos de todo el complejo. Le quedaron tan bien que estaba seguro que estos serían los que publicaría el periódico. Las Fábricas, las balsas de agua que moverían las máquinas, los edificios de los obreros, con su pequeña Iglesia, todo ello situado en un valle precioso, daban a la lámina una idea global de lo que el periódico quería.
Tras desayunar un par de huevos con chorizos, y beber un vasito de orujo casero, salió al encuentro del director. Visitaron las instalaciones de San Jorge, más pequeñas que las otras, pero situadas junto al río, y con unos arcos preciosos, y con un gran horno de piedra, todo el conjunto era ideal para pintarlo. A continuación subieron por unos caminos de arena muy empinados que salían desde la misma fábrica, eran caminos situados entre pinos ladera arriba, y tras algo más de veinte minutos llegaron a las minas, pequeños agujeros en la pared de la montaña, tipo cueva, y con algunos túneles, de los que extraían la calamina, mineral principal para conseguir el latón o el bronce.
Cuando Luís Arzúa, comentó las vistas tan bonitas que desde allí se observaban, le contestó el director. 
- Mire Usted, esas piedras de allí enfrente son los Gallineros, ahí a nuestra derecha están los Picos del Oso, pues esta era zona de osos y lobos no ha muchos años, hoy día abundan los puercos, ciervos y cabras montesas. Bien nosotros estamos aquí en las minas bajo el Calar, y siguiendo el río que está aquí abajo, aguas arriba, llegaremos al nacimiento del río, con toda seguridad uno de los más bonitos de España, y al que vamos a ir ahora.
Cuando regresaron a la fábrica les esperaba una carreta y tras recorrer algo menos de dos leguas de bellos caminos, comenzaron a bajar una cuesta hacia unas paredes rocosas que se divisaban al fondo. Según se acercaban a un llano el ruido de una gran cascada se hacía cada vez más fuerte. Dejaron la carreta en el llano, y tras andar unos minutos el espectáculo que Luís Arzúa vio, le dejó con la boca abierta. Una cascada de unos ochenta metros caía libre desde una cueva situada en la mitad de un gran farallón, el agua discurría entre pequeños saltos y piletas, jugando con la espuma y el sonido. La vegetación formada por arces, tejas, acebos y avellanos, le daba a todo un aire idílico, era un cuento hecho realidad. El aire estaba vigilado por una pareja de Halcones, y encima de una roca se recortaba la figura de un gran Macho Montés.
Dibujando, observando y emocionado, el pintor, para regocijo del director de las fábricas; pasó más de tres horas sin darse cuenta del correr del tiempo. Por fin regresaron al pueblo sin decir una palabra, pues tal era la belleza que había contemplado que no quería borrarla de su memoria con ninguna conversación.
Los dos hombres, ahora convertidos en amigos, comieron juntos y se despidieron con un fuerte abrazo.
Luis Arzúa estaba convencido de llevar un buen reportaje para su periódico, y aún más, sabía que había conocido un poquito de la historia de España, y que había visto la naturaleza en todo su esplendor, montado en su alazán emprendió el camino de regreso a la capital, sabiendo que nunca olvidaría este viaje.
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SI OLVIDO VOLVER A ESTA TIERRA

espera.
No se han borrado los caminos, 
ni se borrarán las sendas. 
Tengo grabado el destino 
y me guiarán las estrellas.

Si olvido los sones de tu Santa Pita: aguarda. 
Pediré al viento que los repita, 
y el agua será la flauta donde sus notas se precipitan.

Si olvido tus lugares: recuerda.
Lugar Nuevo, El Gollizo, Fuente Grande.
 y en el Callao... la Cuerda. 
Laminador, el Chospe , Caldereta, 
Picos del Oso y Gallinera: 
Los Chorros, carretera de Siles a la Puerta.. Todos tus cerros. todas tus crestas, 
las tengo grabadas en oro, 
siempre las tengo en cuenta.

Pero.. .

si olvido a tus gentes...: me olvidas.

Habré perdido mis raíces. todo lo que a ti me unía. 
y se habrán secado las ramas que de ti hacia mí crecían

Seré un nogal muerto, clavado en la tierra fría, que jamás dará frutos 
a esta tierra que le cuida.
Seré ave carroñera
sin vientos ni brisa.
una más de las que se alimentan. 
de insidias y desdichas.

Seré barca sin luces 
que navega a la deriva 
sin marinos que la encaucen. 
sin márgenes ni orillas

Seré uno más que renuncien a ser parte de ti
y tus maravillas
y no mereceré que mis raíces dejen allí semilla, 
ni que a mis antepasados 
en tu tierra enterrados ­pueda llamarles... familia.

y si el destino me tiene dispuesto, que nunca vuelva a estas tierras, 
la voz de mis ancestros, 
me guiarán como cometas,

y serán mis palabras quien te canten
allá donde el destino me meta.
Allá donde descansen mis huesos...
siempre seré tu poeta



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