lunes, 7 de marzo de 2016

7/03/2016.- Certamen Literario 2012

Esta edición, cuyo tema es RIÓPAR, cuenta con un vídeo que se podrá ver en este enlace: 
http://noticiasderiopar.blogspot.com.es/2012/09/18092012-xxxviii-certamen-literario.html

El enlace que aparece en el blog de noticias a las bases del concurso no funciona porque el contenido ha desaparecido en la web del Ayuntamiento.
Los trabajos premiados que se podrán leer aquí son:

Primer premio de prosa: CARTA DE UN COLABORADOR DE GRAUBNER A SU AMADA, de José Gómez Rodríguez

Primer premio de verso: RIÓPAR, de Juan Lorenzo Collado Gómez

Premio de prosa autor local: UNA VIDA DE RECUERDOS, de Cristina Alejo Fernández

Premio de verso autor local: TÚ ERES ASÍ, de este su seguro servidor


CARTA DE UN COLABORADOR DE GRAUBNER A SU AMADA

Querida y añorada Adelaida:
Ya son más de tres meses desde que no gozo de tu reconfortante presencia. Aunque el tiempo se me hace eterno por no poder vivir junto a ti, confieso que mi destino se habría tornado infernal si hubiera sido otro. Sería excesivamente largo de relatar todo lo que me ha acontecido desde nuestra despedida en Viena, pero intentaré resumir para que captes la idea general de mi situación.
Como bien sabes, acepté el ofrecimiento de Juan Jorge Graubner para unirme a él en el ambicioso proyecto metalúrgico que desarrolla en el lugar conocido como Riópar. Estaba ilusionado por colaborar en el surgimiento del mayor centro productivo de sus características en España y contribuir así a la prosperidad de esta nación. Atravesé media Europa en carreta por polvorientos caminos, advirtiendo la urgente necesidad de progreso para erradicar en la medida de lo posible la pobreza del continente. Al cruzar los Pirineos, y según continuaba hacia el sur del país a lo largo de la costa, mi ánimo fue decreciendo conforme aumentaba la aridez del terreno. Llegué a pensar que había cometido un gran error al aceptar aquel trabajo. Sin embargo, al adentrarme en la Sierra del Segura el paisaje cambió drásticamente. Los matorrales y las hierbas resecas dan paso a densos bosques de gran variedad arbórea y las montañas, de empinadas laderas, me hicieron recordar los queridos Alpes. Tanto es así que, al contemplarlas, por un momento creí haber regresado a nuestro país y me golpearon con más fuerza que nunca los recuerdos que conservo de las excursiones que hacíamos por los bosques buscando setas y frutos silvestres. Protegidos por las montañas, aparecen verdes valles repletos de cuidadas y fértiles huertas donde crece una amplia gama de hortalizas y árboles que ofrecen frutos de un sabor y dulzura desconocidos por nuestros compatriotas, cultivados gracias a ríos cristalinos cuyas aguas son aprovechadas al máximo, no sólo para el riego, también la fuerza de su caudal se utiliza para molinos de harina y, gracias a nosotros, también mueve ahora las ruedas de las fábricas. Por cierto, hablando de ríos, en una de las primeras salidas que llevé a cabo para inspeccionar el terreno, llegué al final del valle del río conocido por el grandilocuente nombre de Mundo. Es allí donde tiene origen su caudal, concretamente en una cueva situada a elevadísima altura de donde se precipita el río en una espectacular cascada que sobrecoge el alma de quien lo ve. Me aventuré a subir hasta ella, aunque he de reconocer que sólo me atreví a penetrar hasta donde llegaba la luz del Sol. En la soledad de aquel magnífico paraje lamenté que no estuvieras a mi lado para que gozaras tú también de las maravillas de la naturaleza de esta comarca. Pero no te disgustes, será una de las primeras visitas que hagas cuando vengas. 
Respecto a Riópar, me impresionó gratamente en cuanto lo vi en la distancia. Es un pueblo pequeño situado en lo alto de una elevada colina con viejas casas de piedra y cal. Posee una coqueta iglesia y en la parte más alta se conserva parte del castillo construido por los árabes que dominaron estas tierras hace algunos siglos. Por lo que pude averiguar después, este enclave ha tenido una gran importancia a lo largo de la historia, quizá por su emplazamiento estratégico. El párroco me explicó que ya estuvo habitada por tribus primitivas, por romanos e incluso, tal vez, por los visigodos que, según él, eran antepasados nuestros que nos precedieron. Como broma, dice que nosotros somos la segunda horda visigoda que invadimos el pueblo. Más tarde llegarían los árabes y después la reconquista cristiana. Sin embargo, no con ella se alcanzaría la paz. Las luchas nobiliarias harían correr demasiada sangre por estos lugares. Afortunadamente, España está ahora regida por el rey Carlos III que, por lo que me cuenta Juan Jorge, tiene gran interés en la industrialización del país como base para lograr su progreso, como demuestra el hecho de que concediera a Graubner las franquicias de la fábrica.
Créeme cuando te digo que te echo mucho de menos. No pasa un día sin hablar de ti a las personas que conozco porque, dicho sea de paso, mi estancia aquí sería insoportable si no fuera por la gran amabilidad y simpatía de los lugareños. Reconozco que en carácter nos superan. Son abiertos, agradables y generosos. Todo lo que tienen lo comparten con alegría; aunque no seas mal pensada, en determinados aspectos sólo existes tú. Tienen un marcado carácter familiar, tanto es así que, en cierta medida, me han acogido como un miembro más de sus familias.
Graubner comenta constantemente la suerte de haber llegado a este lugar, no sólo por la mina de calamina, la presencia de ríos como fuerza motora o la gran riqueza forestal. Agradece también el carácter vigoroso y trabajador de las personas de la zona, gracias a las cuales es posible nuestro proyecto. 
Como habrás podido advertir, la razón por la que te doy estas explicaciones no es otra que intentar que erradiques de tu mente los prejuicios que pudieras poseer. Cuando estés aquí lamentarás no haber venido antes. Te aseguro que es el mejor lugar que conozco para vivir y formar un hogar. En este punto, aprovecho para marcar una puntualización. Riópar se encuentra, aproximadamente, a una hora de camino de las fábricas, así que Graubner, siempre tan ocurrente y emprendedor, tiene la pretensión de crear un nuevo pueblo al lado de las instalaciones para albergar a los obreros y sus familias. Ha pensado hasta el nombre: Fábricas de San Juan de Alcaraz. Sería fantástico que se materializara esta idea y pudiéramos fundar un pueblo moderno y modélico, más acorde con los tiempos actuales, con mayores comodidades y sin los inconvenientes de las viejas poblaciones. ¿Te imaginas? Habría mayor amplitud, los accesos mejorarían, al igual que el abastecimiento de agua o, incluso, el ordenamiento urbano sería más racional. Como tengo fe en que se ponga en marcha la idea, desde hace días estoy muy animado pensando en el plano de nuestra futura casa en el que, por supuesto, colaboraríamos los dos.
No te quiero cansar más. Espero con toda mi alma que en tu próxima carta me confirmes tu llegada. Como te he repetido antes, cuando conozcas este lugar lamentarás no haberlo hecho antes.
Desde la tierra que será nuestro hogar. Siempre en mi corazón y tuyo para siempre.


Hermann.

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RIÓPAR 

Entre arboledas, junto al lugar donde 
nace el Mundo está Riópar, la Ítaca 
que cada uno buscamos como hizo Odiseo. 
Riópar es un pálpito clandestino, el fuego ardiente 
en el pecho de saberse vida entre sus calles. 
Aquí se siente la necesidad de elevar 
un padrenuestro a lo alto, a los verdes 
que nos rodean en un intento de aplacar la emoción 
que habita el pecho, porque aquí está el argumento 
de un hermoso anhelo, porque nace la vida como salto 
de agua y se plasma en figura de bronce. 
Porque la historia ha sido escrita y es avalancha 
hacia el fututo, porque aquí se comienza el camino 
para sabernos corteza de árbol, calamina, piedra 
del camino ... , apenas nada, gota de un río 
llamado Mundo. 

EL RÍO MUNDO. 
Surge el agua de un arcano 
en el vientre de la tierra, 
como soplo de Dios 
en avalancha de amaneceres, transparente, 
desbandada de belleza camino del mar, 
navegante entre arboledas como el estanque 
dorado que todos buscamos al alba. 
y sé que él es el comienzo de la existencia, 
un sueño hecho realidad, 
el pulso de la vida a nuestro lado. 

LA GRASILLA 
Tiene las flores azules el cazador, 
plagada de belleza, apostada 
entre las grietas de la roca 
para atrapar nubes en vuelo. 
En la desnudez de la piedra; 
musgo silencioso, la grasilla 
deja que el insecto la desee 
como el manjar apetecido. 
Solo la voz del viento es la palabra 
para acariciarla, un rito cada día 
mientas ambos se unen, intensos, 
junto a la paz del río Mundo. 

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
Lleva tu esencia cada rincón, cada arboleda, 
cada gota de agua y cada piedra de cada calle, 
Tanta paz para esta tierra de fe y luz. 
Tantos sueños a tu lado como admirable 
atributo de cada día. Fue Dios quien 
trazó en ti las más hermosas maravillas 
y dejaste que este pueblo te acogiera en su entorno, 
que fuera la plegaria del anochecer 
y la fuerza al alba, la presencia en la brega 
del campo, la casa del padre, el esfuerzo 
y la arrugas que surcan la frente ... 
Virgen de los Dolores, Madre del Viento, 
Señora del Mundo, aliento de Riópar, 
déjame acurrucar mi ilusión 
al amparo de tu mirada. 

RIÓPAR VIEJO 
Todo tenía que ser así: 
Intenso, bello, lleno de paz, perfecto,,, 
Todo. 
como cada árbol y como cada pico 
que se distingue desde Riópar 
Viejo, como una lágrima, 
como arruga de un antiguo reloj. 
La iglesia, las piedras caídas 
de un castillo dormido, nada y todo; 
un puñado de recuerdos y el sol 
apoyándose en el cuento de las manos, 
el cansancio, la nieve y la fantasía, 
un sueño sin cerrar los ojos ... 
Riópar. 

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UNA VIDA DE RECUERDOS

El día comenzaba con un gran bostezo y con las sábanas todavía pegadas en el rostro, corría para colocar la silla delante de la ventana para ver si el día acompañaba a mis ganas de jugar. Al comprobar que el sol se tumbaba plácidamente en el cielo, mi carita y ojos avispados esbozaban una gran sonrisa.
Si, podría recorrer mis bonitos carriles de arena, parando en la fuente de “Los Valencianos” para calmar mi sed. Podría fotografiar en mi mente aquéllos bonitos paisajes que me invitaban a alimentarme de ellos, me hacían crecer sana, fuerte como sus pinos, audaz como sus pájaros, cristalina como sus aguas y sensible como sus flores. Unos paisajes que hacían que cada día me enamorase más de mi Riópar.
En verano mi pueblo olía a vida. El sol brillaba con intensidad y los plataneros del paseo daban sombra a mujeres acaloradas que venían de hacer su compra, a niños que jugaban o simplemente a todo tipo de personas que querían disfrutar de las cosas más sencillas mientras contaban "los chismes" acontecidos en días anteriores.
Junto con mis primas, cada día que nos era posible, nos vestíamos con nuestra mayor ilusión y con nuestra mejor disposición y nos encaminábamos por el camino que nos llevaría hasta el "Lugar Nuevo".
Por el camino contábamos hazañas transcurridas o simplemente jugábamos al “pilla pilla”, al “veo veo”… 
Íbamos con toda la ilusión del mundo a visitar a los abuelos a aquél lugar tan nuestro. Era ideal solamente para aquellos afortunados que fueran capaces de descubrir sus rincones, llenarse con sus historias, y quedar marcados por la serenidad que transmitía. 
Cuando íbamos llegando, allí podíamos verlos, de pie al lado de las parras y junto a ellos "Tobi" su fiel amigo de cuatro patas. Nos esperaban ansiosos, sin saber cómo esas criaturas tan pequeñas podían dar tanta vida a su hogar.
Él, un hombre alto, era de esas personas que te calan, que te laten mientras vives y que poseía un gran sentido del humor. Era un hombre de los que no abrazaban, sino que achuchaban y se refería a nosotras con el cariñoso apodo de “mochuelas”. Ella era más chiquitita, pero solo de altura, pues era una gran mujer. Siempre andaba preocupada por los suyos, porque estuviésemos unidos y radiante cuando les visitábamos.
Aquello se convirtió en cuna de mis sueños y ellos en ángeles que los velaban.
Siento muy dentro de mí todos los olores, todos los sabores. 
Cuando la temperatura era alta, olía a tomillo, mejorana, lavanda, romero...
Cuando hacía frío olía a leña quemándose en el fuego para calentar nuestros pequeños cuerpos y dar color a nuestras vivas mejillas. Olía a chocolate con galletas, a niñas jugando todo el día.
Olía a infancia, a pureza, inocencia y sobre todo olor al cariño más puro. Lo más sencillo, como un campo lleno de amapolas, el canto de un pajarillo o el subirnos a los cerezos lograba hacerme sonreír como una boba y hacer de mi pequeño mundo mi cuento de hadas.
Así transcurrían los días...
Hace unos meses, cuando contaba 30 años, volví a ese enigmático pueblo, ya que tenía vacaciones por navidad. La niña parlanchina, se había convertido en una morena de ojos cansados y agrietadas manos.
Estando allí, recibí la llamada de mi pasado y sin dudarlo, quedé con él para encontrarme con la felicidad. 
Quedamos en la vieja casa de los abuelos
Cuando llegué a mi cita palpé un olor nauseabundo, nervioso, frío, ya que como una herida se abrían paso en mi piel unos tiempos añorados y una infancia tan feliz que hacía que ese olor viscoso se instalara en mi estómago cual mariposas traviesas.
Mi pasado se presentó en forma de diario ante mis ojos y fueron miles las sensaciones que me agolparon.
Sentí un suave vértigo, por lo que me acomodé con las piernas cruzadas y con las manos alrededor de mi cuello, apoyada en la pared todavía manchada por pequeñas "obras de arte" que simulaban dibujos indescriptibles. Fue como si el tiempo se hubiese detenido en aquél agosto de 1982.
Cerré los ojos y fui vislumbrando cada uno de los episodios, a cada una de las personas que habían pasado por mi vida, cada lugar, cada lección, cada caída, cada sensación que me mostraban las páginas.
Recordé cada valor adquirido en aquellas tierras. Observé con tristeza los sueños rotos y con orgullo los que se habían cumplido.
Aprendí a amar y también a odiar como solamente se es capaz de hacer en la juventud. Cometí 100.000 errores, o tal vez muchos más.
Aprendí a reír como un bebé al que le hacen cosquillas en sus pies, atreviéndose a soltar carcajadas hasta que duele el estómago, sin embargo, también a llorar como sólo saben hacerlo aquéllos a quien la vida le ha desgarrado en alguna ocasión el alma, como aquéllos que han sido despojados de su otra mitad, de sus entrañas. Pero por encima de todo, aprendí a vivir y a tragarme fuertemente cada soplo de vida, luchando, aunque a veces doliera más que dejarse morir.
Me relamí con el olor de cada flor, la belleza de las estaciones, los colores, la lluvia y me abracé a cada mínimo instante de felicidad como una niña pequeña a las piernas de su padre.
Allí viví instantes infinitos que llevo marcados en mi piel, tatuados con el calor del amor y que a día de hoy todavía puedo saborear deleitosamente en mi paladar.
Tantas mañanas transcurridas jugando a ser mayores, tardes de disfraces, salto a la comba o al escondite, juegos que me llenaban la ropa y el cuerpo de barro pero que aun así me hacían sentir la personita más feliz del mundo. Noches de historias, del "cri cri" de los grillos, en las cuales reinaban las estrellas en el cielo, en las que más tarde dormiría como un lirón por el sabroso desgaste de energía.
Abrí los ojos y mentalmente me dije: lo recordaba todo más grande. Ese fue el doloroso e infiltrado pensamiento que relampagueó en mi mente mientras unas lágrimas cristalinas y cargadas de aflicción surcaban mis condolidas mejillas. 
Más grande fue el adjetivo utilizado para engañarme a mí misma. No quería utilizar otros más dolorosos o uno que haría que mis piernas flojearan hasta que me sintiera reducida a cenizas: habitado.
Ese era el adjetivo más obsceno, más cruel, más despiadado…
Todo estaba abandonado, sin rastro de vida, inerte, triste… La vieja casa lloraba al hallarse solitaria, sin el calor de la leña, sin las niñas pululando en su interior y cercanías, sin sus dueños afincados en ella.
Ya no quedaba allí el aire fresco y cándido a la vez que en un pasado reinaba, ni la luz cegadora de antaño… Parecía que ya nada era igual. En un día todo había cambiado, no sabía por qué, no encontraba la clave, mas ya nada era lo mismo.
Había crecido en el seno de una familia de la cual había recibido todo el cariño y amor posibles, pero tempranamente fui despojada de mi niñez, de mis raíces, de mi mundo, cuando apenas sumaba quince años. Partí a una ciudad llena de humo, contaminación y vacío, a pesar de que decían que había de todo.
De mi época pasada tenía grandes recuerdos y todos llenos de bienestar, sin duda, fue la mejor. Esa evocación era la columna vertebral de mi vida y era la culpable de que hoy en día fuera una persona feliz, a pesar de hallarme en el sitio equivocado.
Me senté en el escalón de la vivienda. Las parras se habían marchitado y aunque lo intenté con todas mis fuerzas, allí ya no estaban ellos. No pude evitar sentir un dolor punzante en el corazón al ser consciente de que aquéllos años ya no volverían, la puericia había pasado.
Era yo una persona nostálgica acostumbrada a vivir con una angustia que solamente podrían entender aquellos con alma otoñal, con sed de noviembre.
Una y otra vez me repetía a mí misma una cita que había leído con anterioridad: “El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla del reloj duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal. El tiempo transcurre de forma desigual, con saltos extraños y treguas insoportables, pero pasar, pasa”.
La verdad es que no recordaba el momento en el que había decidido crecer, la madurez era aburrida y todavía no había conocido a nadie que la consiguiera alcanzar. Yo era feliz allí, cubierta de polvo y de picaduras de mosquitos… Pero sobre todo feliz en mi pueblo y con mi gente.
Nada podía igualar la belleza de sus atardeceres, la sencillez más bella, la perfección más absoluta. Cualquiera que lo habitara quedaría para siempre eclipsado por su luz, embrujado por su fragancia y cada vez que se alejara de él, estaría maldito a sentir la pena de su lejanía, lo que haría que su corazón llorara desconsoladamente, era inevitable.
Esos tiempos me parecieron entonces muy lejanos, inaccesibles e inalcanzables. Sin embargo, cuando pensaba que ya no había por qué luchar, cuando pensaba que todo formaba parte de un sueño, un rayito de luz, uno de esos detalles tontos que tanto amaba, iluminaron mi ser. Dejé de mirar la desconchada fachada, de la cual me pareció escuchar un “adelante, es la hora” y posé mis oscuros y profundos ojos en el camino de tierra que tantas veces habían recorrido mis pies. Venían parte de mis amigos y familia, venía mi vida…Desperté del sonambulismo, y como un sorbo de agua de " Los Chorros", sus miradas me dijeron que todavía había que vivir mucho presente para mañana poder añorar el pasado. Los vi acercarse como aire fresco de "Los Picos del Oso", como suspiros tiernos de "La Almenara".
Con un abrazo que pareció eterno me despedí de mi pasado, viendo cómo se llevaba de su entrañable mano a aquella niña soñadora. Ella volvió el rostro y me prometió que siempre viviría en mí. Estaría cada vez que me enamorara de los detalles pequeños, cuando acariciara el rostro de un anciano, cuando cogiera de la mano a un niño y siempre que reinaran mis ganas de vivir.
En ese momento se acercó a cogerme en brazos mi presente y mientras limpiaba con dulzura mis lágrimas me susurró que esta vez había quedado con la vida, con la ilusión, con los proyectos y con las metas.
Intenté mostrar mi mejor sonrisa, dejando que se vieran a la luz del crepúsculo los dientes de aquella chiquilla. Si, merecería la pena crecer para poder seguir explorando mi Riópar desde otra perspectiva pero siempre con los mismos ojos profundos y oscuros en los que siempre Riópar viviría.

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TÚ ERES ASÍ


Tú eres así porque lo quiso el río,
La veta mineral, la vieja encina,
Y aquel sueño de Graubner; desvarío
Que, por fin, tu futuro determina

Brotaste del crisol de la locura
De un vienés soñador y apasionado
Que el valle vio a sus pies desde la altura
Y de su sueño se quedó prendado

Y soñó con el río y su energía
Moviendo prensas, tornos y turbinas,
Que al agua dominaba y conducía
Domando sus tendencias andarinas

Y soñó con el fruto de la mina,
Que albergaba el Calar en la ladera,
La sangre de la roca, calamina
Que se vierte del Mundo en la ribera

Soñó también con hornos y crisoles
Refugentes de fuego y de coladas
Reverberos de infiernos y de soles
Por el carbón de encinas mutiladas.

Y se hizo realidad el sueño loco
De aquel Quijote de cincel armado
Y el valle fue cambiando poco a poco,
Y las gentes también, todo cambiado.

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Los años han pasado sobre el sueño,
Han pasado los años; y el olvido
De sus naves y enseres se hizo dueño,
Y lloro aquel ayer ya derruido

Pero los sueños son de otro metal
Que la erosión o el tiempo no destruye;
Aunque el recuerdo al cabo los diluye
Durmiendo en el olvido más fatal.

No voy a abandonarme al desespero
El futuro en Riópar toma impulso
Aquí hay mucho Quijote y Escudero
Y van a echarle al devenir un pulso

Para ti, como el Fénix, la ceniza
Será tu cuna, tu eclosión triunfante
Retorna la ilusión, sutil y huidiza,
Y te espera un futuro deslumbrante.


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